Mucho se ha escrito y dicho en estos días sobre este gran y querido señor que fue Don Fernando Eleta. Los créditos son incontables en todas las áreas en que se destacó y, pocas veces, se da una persona que sea querida por todos los que le conocieron y de quien todos hablen tan bien y con tanto cariño genuino. Y es que, cómo podría ser de otra manera.
Yo no lo conocí como político, ni como hombre de negocios. El Fernando Eleta que yo conocí fue un caballero de los que, con su partida, ya no quedan.
Hace unos diez años comenzaba yo enseñar mis obras en unas primeras exposiciones. Conocía a Diego, el hijo menor de don Fernando, que me comentó del amor de sus padres por el arte, así que, sin la menor expectativa de que fueran a pararle pelotas a una pintora dando pinitos, les envíe invitación. Fue para mi exposición individual “Una conversación con tu mente” en el vestíbulo del Instituto Nacional de Cultura (INAC) en la Plaza de Francia, que inauguro el 5 de diciembre del 2000.
Recuerdo que ese día comenzó a llover media hora antes de la inauguración, lo que me pareció mal augurio, pero me tranquilicé cuando vi la gente que, de todas maneras y a pesar del chaparrón, fue llegando. Mi sorpresa fue tremenda cuando vi entrar entre los cañones a Don Fernando Eleta acompañado, como siempre, por la dama sin comparación que es doña Graciela. He de decir que igualmente la cara de ellos fue de bastante sorpresa al ver que, realmente, ahí no conocían a nadie, y pude suponer que detrás de sus sonrisas medio congeladas y unas cejas levantadas, se preguntaban como quedaron invitados a esa muestra. Por suerte el señor Pancho Motta y su esposa, la señora Loraine, se encontraban en la exposición y eso les hizo dar un respiro mientras ambas parejas se saludaban. En seguida me acerqué a presentarme, decirles cómo es que me había atrevido a invitarlos y por supuesto, agradecerles que estuvieran allí.
Desde ese día he decir que siempre conté con su presencia en todas las exposiciones que tuve e inclusive el año pasado me acompañaron en la presentación de mi libro “Historias de Otros” en la 6ta Feria del Libro. Mi aprecio y mi cariño hacia ambos es inmenso y siempre fue un placer verlos y saludarlos en los diferentes eventos artísticos en que coincidíamos, en especial en el Museo de Arte Contemporáneo.
Mi trato con él era breve, en esos y otros encuentros culturales, pero siempre me daba mucha alegría verlo, casi como si fuera familia corría a saludarle cuando le veía. Y es que así te hacía sentir él, como si fueras familia. Y si traemos a colación la familia pues sólo cabe recordar la bíblica frase, “Por sus frutos los conoceréis”, no hay más que ver a todos sus miembros, desde su esposa, sus hijos (que no son pocos), sus nietos y hasta los bisnietos!! Si no hay fruta que caiga muy lejos del árbol, se nota que Don Fernando, fue un gran árbol, de esos árboles que cobijó bien, dio buena sombra y por ende buenos frutos.
El Don Fernando que yo conocí tenía un carisma y una simpatía increíble que, como un ser de luz, alegraba el día con su paso y su sonrisa contagiosa siempre presente. Era la estampa de un caballero, donde fuera iba impecablemente vestido y teniendo un saludo, un par de besos, y una cordialidad sin distinción.
Voy a extrañar su presencia, como pude ver en su impresionantemente concurrido funeral, igual lo van a hacer muchos. Con su muerte ha muerto un pedacito de Panamá pero, como uno sigue vivo en función de que esté presente en la memoria de otros, Don Fernando es inmortal…