Debo reconocer primero que todo que San Valentín es, para mí: un evento de vital importancia. Ojo ¡nada de apresurarse en sacar conclusiones!, me refiero literalmente.
Cuando se vive del negocio de las flores frescas, San Valentín ES EL DIA. Para el 14, la verdad, ya terminó la locura de los despachos pero, desde enero, vivimos en función de la fecha.
Aclarado esto, como ven, es un día que obviamente no me pasa desapercibido y hoy me pregunto:
¿Qué celebramos?
¿Por qué lo celebramos? Y…
¿Vale la pena celebrarlo?
No tantos sabemos a ciencia cierta de qué va la fecha, más allá de flores, postales, chocolates, regalos y muchos, pero que muchos, corazones por todos lados. Hecha mi pequeña investigación, encontré que se lo debemos a un sacerdote llamado Valentín en la Roma del siglo III.
Parece ser que los romanos, siempre en pie de guerra, no permitían que sus soldados se casaran, alegando que el hombre soltero rinde más en batalla sin pensar en la familia (Aquí yo les preguntaría, en verdad ¿quién pelea mejor: el que no tiene nada que perder o el que quiere volver a casa a toda costa? pero bueno, estoy siglos tarde para ese rollo).
Por lo visto, el querido cura Valentín, decidió unir a las parejas que quisieran contraer nupcias contra corriente, eso sí, bajo el rito cristiano. Tantos novios contentos y satisfechos lo hicieron famoso y el emperador Claudio II lo mandó llamar para conocerlo.
Casi, casi, que Valentín lo convierte al cristianismo pero (y aquí está la importancia del “pero”), las presiones políticas tuvieron más peso y en vez de un cristiano más para aquella perseguida religión… se ganó la sentencia de muerte.
En “el pasillo de muerte” al sacerdote le dio tiempo a enamorarse de una chica a que aleccionaba y, el día antes de morir, le mandó una postal de despedida que firmó como “tu Valentín”. De ahí la típica frase de “¿serás mi Valentín? O a la gringa, Would you be my Valentine?”.
Valentín sufrió una de esas poco dulces muertes romanas el 14 de febrero. Muchísimos años más tarde la Iglesia Católica lo canonizó para asignarle el día y acabar con un relajo entre parejas a raíz de una fiesta pagana que se celebraba el 15 de febrero.
Hoy en día, en la Basílica de la italiana ciudad de Terni, donde está el cuerpo de San Valentín, se comprometen los novios que se casarán en el próximo año. Ahora bien, el angelito con alas es una adorable chapuza que surge cuando uno quiere emparapetar una cosa con otra encima. Los griegos adoraban al dios del amor Eros, los romanos lo adoraron pero le renombraron Cupido, los cristianos fueron y le pusieron alitas para adoptarlo convertido, ya no como dios sino como mensajero querubín y así, todo hecho un engendro, quedó para inmortalizarse en Lynn’s Halmark.
Si bien todos los inicios iban enfocados a los enamorados, llegó el consumismo con el mercadeo y el departamento de ventas amarrados a la pata y vieron que un pedazo del mercado demasiado grande quedaba fuera del pastel. Así que lo proclamaron el día del Amor y la Amistad y ¡todos contentos! (Muestras es que a estas horas de la mañana hemos recibido miles de felicitaciones de amigos y el Facebook se desborda en el tema).
La verdad que he celebrado bastantes días de San Valentine en pareja y que reconocer que se le pone demasiada expectativa a esa cena. La celebración que más he disfrutado en esa fecha fue, justamente, una celebración de Amistad. Coincidiendo que la mayoría de mis amigos, en ese entonces estaban solteros, hice un “wine and cheese” en mi casa. Las mujeres traíamos los quesos, de diferentes sabores, texturas y leches y, los chicos, los vinos acorde a las recomendaciones de J.J. Espino, partiendo del más ligero al de mayor cuerpo.
Quedó genial y lo pasamos estupendo ¡mil veces mejor que cualquier cena con peluche y flores! De todas maneras este año la celebración la mantendremos simple e iré por la tradicional cena (y otras cosas) a la luz de las velas. Para que no pase desapercibido digo yo.
Ciertamente que romanticismos exagerados a parte, ignorando los escaparates rojo amapola por todos lados y quitando la presión de que, si uno no ve corazoncitos asomándose por la nariz del amado se está destinado comer calabazas el resto del año, o lo que es peor, poner en mega crisis la relación de pareja porque no te escribieron un poema, a mí, me parece muy bien, fantástico, celebrarlo (ojo, recuerden que yo feliz celebro cualquier cosa, están leyendo a quien se vistió de Bob Esponja en Halloween). Cualquier excusa es buena para que a una le manden flores, ponerte ropa interior roja y sentirse toda picarona, para llamar a las amigas a recordarles que se las piensa y para dejar asomar el adolescente cursilón que todos llevamos adentro.
Hacer que el día se San Valentín sea especial depende de ti, no del de al lado. Y dejar pasar ese día como cualquier otro e historias aparte es ¡igual de válido! Sólo no le agüen la fiesta a los demás…
Paola! Totalmente de acuerdo contigo! Con la historia, pienso que la verdad que los nombres persiguen a la gente! Hoy en día pienso que todas las mujeres queremos a nuestros valentines, que se atreven a todo! Hasta a parecer cursis el 14 de febrero! Jajaja!
hola gaby; si, si, la verdad qe los queremos muy machos pero tambien muy cursis, Hoy en dia las chicas lo queremos todo, aunque sea contradictorio, no me extraña que los hombres nos entiendan cada vez menos!!!