Esta semana fue el día del periodista y pensé que pudo haber sido mi día.
En la adolescencia barajé varias posibles profesiones para estudiar y ejercer. Medicina quedó en el tintero porque, “gracias” a la profesora Villareal que daba química de Las Esclavas, le tomé odio africano a la materia (otro tanto le debe haber pasado a varias porque la producción de doctores de mi promoción se reduce a una o dos) y juré que no volvería a lidiar con una tabla periódica ¡jamás!
Pero sí tuve una profesora que admiraba, la profesora Maricarmen Cabello, de cuya clase no perdía nota (hago la aclaración de que yo no le paraba bola a nadie en el colegio, dormí todas las clases de secundaria, sólo tenía dos cuadernos, el de química porque si no la bruja esa me rajaba, y el de filosofía y literatura porque me encantaba) que me trasmitió una fascinación por las letras.
Por otro lado era fanática de las noticias, no me perdía las internacionales que daba Jorge Ramos (uno de mis ídolos del periodismo desde entonces porque es muy buen periodista y porque ¡está buenísimo! y con los años se pone mejor) desde Univisión. Hoy en día no le tengo tanta devoción a las noticias, pareciera el mismo panorama que hace más de 20 años. Panamá, un caldo de corrupción, violencia y autocracia. Estado Unidos, metido en una guerra que no es suya. Europa, patas para arriba. El mundo en crisis y en el Oriente Medio se siguen halando unos a otros de los pelos de la nariz…
En las vacaciones de verano del 1990 (y aquí el verano es de enero a marzo), antes de comenzar mi último año escolar, me mandaron (sí, a uno lo mandaban cual paquete) a Bogotá con mi hermana Beatriz que estudiaba periodismo. Yo iba pegada a ella y eso incluía acompañarla “de escucha” a sus clases de la universidad. Colombia estaba en elecciones, las elecciones más sangrientas que ha tenido el país con el asesinato de tres candidatos presidenciables (lo cual sabe bien todo el que está siguiendo la serie de Pablo Escobar en estos días), pero en ese entonces sólo habían matado a Galán. Dividieron el salón de clases en grupos y, al azar, le designaron a cada grupo un partido político para seguirle la campaña. ¿Al grupo de mi hermana (por ende el mío)? ¡El M-19! Que se estrenaba en la vida civil. Nos involucramos justo antes de que hicieran la entrega de armas oficial en un pueblo de la selva. Con una carta como salvoconducto de parte de los “compañeros” de Bogotá agarramos vuelo, carretera de los mil demonios y llegamos hasta un pueblo perdido de la memoria de Dios pero que, en esos días, estaba en el ojo del mundo. Repleto de periodistas “de verdad”, políticos, asociados, simpatizantes y hasta el Gato con Botas que se habían organizado con su debido tiempo, ahí, ya no cabía un alma para el último momento. Menos las cuatro que éramos. Con un calor húmedo e infernal, hambre, sucias y cansadas conseguimos “de milagro” un hotel muy, pero que muy modesto. El milagroso modesto hotel resultó ser algo así como la casa de putas, con las paredes bien delgadas. Dormimos (¿dormimos?) tiesas como Tutankamon sobre la cama sin abrir y un sueter sobre la almohada. Recuerdo el ruido que hacían las ratas comiéndose el paquete de galletas bajo la mesa de noche.
Encima, ni con salvoconducto, nos dieron acceso para llegar al lugar de la selva (aun más metido que el pueblucho) donde se daría realmente la entrega de armas. Nos quedamos un par de días y sí estuvimos en ruedas de prensa con directivos el M-19. Estaba una mujer que había sido una guerrillera importante (Vera algo) y las amigas de mi hermana solo atinaban a mencionar su presencia. La vi sola un momento, les quité la grabadora y le caí con un par de preguntas que no recuerdo. Recuerdo sí que fueron absolutas chorradas porque hasta la entrevistada se me quedó mirando con cara de “y ¿ésta? ¿Tiene alguna idea de lo que está pasando aquí?”. Pues no, no tenía mucha, yo era una colegiala de Panamá que hacía quince días que seguía a su hermana como una sombra y que haría una semana habíamos caído en la sede del M-19 con aires, y pocos conocimientos, de lo que es ser periodistas. Nos hubiera tocado el evento un mes más tarde y ya estaría empapada como quedé pero bueno, fue el momento, vi una oportunidad y la tomé. La adrenalina que me corrió por el cuerpo fue algo fuera de serie. Recuerdo decirme “esto es lo que quiero hacer” estar ahí en el momento que ocurría la Historia (y de paso no volver a dejarme agarrar preguntando estupideces por no estar ‘estudiada’).
Dos meses más tardes regresaba a Panamá y, por eso de lo fácil que se dejan llevar los adolescentes, después de estar 24/7 siguiéndole la campaña a los exguerrilleros llegué con posters, pegatinas, volantes y toda la propaganda M-19 grabada en la cabeza. Cuando colgué un poster en mi cuarto que tenia en letras grandes «M-19, Pizarro Presidente», mi padre casi se infarta ahí mismo (gracias por aguantar, papá, y a mi madre por agarrarlo del brazo y decirle al oído “ni caso, Carlos, ni caso y se le pasará”, como cuando llegué con el pelo rosa del intercambio en Oregon, ¡qué sabias que son las madres! O la mía por lo menos).
Lo que aquí viene al caso es que estaba convencida que había encontrado mi norte. Quería ser periodista y ¡corresponsal de guerra mejor! la experiencia me había tocado todas las fibras de mi cuerpo, quería pasarme la vida siendo testigo de primera mano de la Historia del mundo. Mi madre me sentó en la sala (y quienes conocen a mi madre saben que es una dama que no utiliza jamás el lenguaje callejero del que sus hijas somos más asiduas) y muy seria me dijo “Mira, todas tus historias del M-19 me parecen muy interesantes y lo que quieras. Pero que te quede claro que vayas pensando en otra cosa porque… (ahí viene) antes una hija puta que corresponsal de guerra, ¿entendiste?”. No se si sería por la seriedad en que me dijo eso (que no creo, a ver qué adolescente le hace caso a su madre), porque a esa edad uno cambia de ideas como de camisa (lo más probable), o por cosas del destino pero, ya ven, no fui periodista. Aunque todavía, de vez en cuando, fantaseo con como sería mi vida si hubiera sido corresponsal de guerra y, esta semana, también hubiera tenido mi día…
Hola Paola Smitch,
Estudie periodismo mis dos últimos años de colegio por que asi me fue asignado, era bastante buena por que era muy responsable, pero gracias al profesor tan neurótico , no se me paso la idea de ser periodista en el instante que tenia que decidir mi carrera. Ahora curso 6 semestre de Mercadeo y Publicidad, no recuerdo muy bien por que decidí esta ultima, creo que de alguna u otra forma esta ultima carrera parecía darme un mejor futuro (financiero especialmente). Y mi madre me dijo ; que si estudiaba eso lo mas probable era que terminara siendo profesora, que ella me venia como jefe y no como obrera, pero ahora a mis 20 años creo que pude haber sido una buena periodista haber descubierto la verdad y denunciar a los malos. Tal vez no tendria una vida llena de lujos pero haría algo correcto por este mundo tan acabado y falto de justicia. ¿Digame cree ud que debo seguir adelante y hacer lo mejor que pueda con lo que tenga, resignarme, o… replantear las cosas e intentar salvar el mundo?
En fin mi deber ahora es terminar mi carrera como lo prometí, por que cuando se toma un deicision no se debe dar pasos hacia atrás. Digame lo que piensa, muchas gracias.
Hola Liza
No creo que jamás debas resignarte a nada. Mira tu vida como una sola oportunidad para disfrutarla y dar lo mejor de ti. ¿Por qué ibas a renunciar a ello?
Mereces una vida donde te levantes cada mañana con ilusión sintiendo que amas lo que haces. Cuando amas lo que haces la creatividad fluye a través tuyo y te vuelves creadora de tu vida, desde ese lugar eres capaz de conseguir lo que te propongas.
Me parece que ambas carreras pueden ser compatibles ¿Qué tal estudiar ambas? ¿Cómo ves estudiar al menos materias de periodismo? ¿Cursos on-line? ¿Seguir tu pasión de pleno?
Si tu pasión es escribir e investigar ¿Cómo puedes hacerlo realidad?
En un mundo donde los blogs (que hoy en día son retables) y las compañías se enfocan en la importancia de generar contenido ¿Cómo puedes combinar ambas cosas?
¿Cómo es tu día ideal en tu vida profesional? ¿Qué te ves haciendo con pasión? ¿Qué necesitas para hacer eso realidad?
Enfocate bien en qué es lo quieres para ti y cuando estés agarrada en tu visión el cómo vendrá solo.
No empieces pensando en como vas a hacer algo porque pierdes el norte por estar viendo tu las piedras del camino
Busca que es importante para ti. Qué. Cómo quieres que sea tu vida. Cuando tengas tu visión clara declárate la creadora de tu vida y no la víctima. Desde ese puesto ¿Qué necesitas crear? ¿Qué conoces? ¿Qué recursos existen alrededor tuyo? ¿quiénes admiras en lo que hacen y quisieras emular? ¿Qué están haciendo? ¿Cómo llegaron allí? ¿Qué tendrías que hacer tú ya para emprender ese camino?
Detalla como desarrollar tu visión impacta y aporta a otras personas y regresa a tu norte del por qué es importante para ti y aporta a otros cada vez que te sientas que se te nubla la vision. Cuando encuentres obstáculos o pero sube de nuevo al puesto de creador. Tú eres la creadora y la responsable de tu vida ¿Qué acción puedes tomar cada día para acercarte a tu visión?
Espero te ayude
un gran abrazo y no soportes ni te resignes nunca. No esperes que otros sean los responsables de que tengas una carrera, un ingreso o una motivación. Sólo tu eres responsable de tu vida y para eso no debes permitir darle el poder a nadie más porque te conviertes en victima de las circunstancias y desde ahi no se puede crear
besos, p.-