Hay veces en que, lo que le decimos a nuestros hijos, se nos rebota y ¡PUF! Nos explota en la cara.
Hoy no voy a hacer reflexiones. Me limito a presentar la historia en tres actos…
ACTO I
Martes mediodía. Llego a la casa y abrazo a Mar. Ella ve mis lentes de sol en la cabeza y los agarra.
-No, no, no, Mar. Con estos lentes no se juega que son caros.
-¿Qué es caro, mami?
-Que costaron mucha plata (que quieren que les diga ¡mea culpa! para ciertos accesorios caigo en lo de diseñadores –la ropa sí no me importa un pito-)
-Ah…
Se cierra el telón y todo bien.
* * *
ACTO II
Martes al anochecer. En el auto.
-Mar, tengo que ir a la Farmacia Metro ¿me quieres acompañar?
-¡Sí! (le veo los ojos de yunqui consumista)
-Pero Mar, no vamos a comprar nada ¿eh? A lo mucho un huevito Kinder ¿OK? (Y esos ya me parecen un exceso. Una chorradita china de medio centavo rodeada de un huevo de chocolate de quinta categoría por $1.50)
Se cierra el telón y, creo, todo bien.
***
ACTO III
Martes en la noche. Dentro de la Farmacia Metro.
-¿Mar? ¿Mar? ¿Dónde te metiste?
-Mami, estoy aquí, donde las Barbies. ¡Mira, mami! ¡La Barbie sirena! (tiene debilidad por las sirenas) –La abraza con adoración- Estoy enamorada de esta Barbie… la quiero mucho mami…
-A ver -refunfuño- Déjame cuanto cuesta…. ¡¿30 dólares?!!! Noooooo, Mar, ni chance ¡esta Barbie está carísima!
Silencio…
-Pero, mami…
-¿Sí?
-Tú te compraste unos lentes carísimos…
Se cierra el telón y… ¡me aplasta!
Que buena !!!
Si sale con cada cosa que uno tengo que medir todo lo que le digo porque su lógica aplastante es justamente eso ¡aplastante!