Ay, sí, perdón, perdón, pelé el cobré en titulares, pero es que eso de que ande de caratula de People como most beautiful del año me saca el genio.
A ver, en los últimos cuarenta años, si buscabas en el diccionario –y posteriormente en el Google– Gwyneth Paltrow era sinónimo de «HUEVO SIN SAL». Sólo había que verla, así larguilucha, esmirriada, con las melenas como lamidas por una vaca y esos ojos de resignación ante mil suplicios. De repente, la tía cumple 40 y ¡ZAS! Pim, pum, pao, ¡resurge esplendida! Y es que parece ser que la simplonería, en la cuarentena, se convierte en elegante sencillez, de las cosas que una se entera por la farándula…
Abro paréntesis. Ya que hablamos de la cuarentena en la farándula, con la Cameron Díaz ocurre exactamente lo opuesto que con la Paltrow. La chica lleva años siendo una caja de música pero, ahora, cumpliditos los 40, suena como los villancicos en abril. Está fuera de temporada, la gente se cansó de la misma cantaleta y su tiempo ya pasó. Pero esto es otra historia. Cierro paréntesis.
A Gwyneth por donde la mire se ve genial y, claro, me puse a la búsqueda de sus puñeteros secretos. Leí que dijo que para el cutis se hace un tratamiento “thermo-no-se-qué” que le pone el colágeno a millón y que cuesta la módica suma de unos mil dolaretes la sesión. Hasta ahí la cosa no está imposible, si uno rompe la alcancía se podría conseguir ¿no? aunque, la verdad, haciendo el cálculo de un par de años con esos tratamientos semestrales pues me sale mejor esperar un poco y ya decirle al Dr. Picard-Ami, dentro del par de años y unos ahorros, que me meta una estirada facial de esas que te dejan las orejas en la nuca y estamos a pares.
Donde me empiezo a disgustar es cuando leo sobre su rutina corporal. Porque, por lo visto, para transformarse de Olivia –la novia de Popeye- a la potra que está hecha hoy en día hace yoga, comparte entrenadora personal con Madonna, chupa tres horas de gimnasio diario y otras peripecias… Nada que yo haría ni por todo el oro del mundo…. Así que yo seguiré con Popeye comiendo latas de espinacas mientras la Paldrow va de transparencias y regias piernas por las alfombras rojas del mundo… ¡Cretina!…
Pero la cosa no acaba ahí… Asumido que lo más que voy a hacer para luchar contra la gravedad es subirme a la famosa plataforma vibratoria –que mi marido me regaló a petición mía hace más de un año y aun no he sacado de la cajeta- seguí viendo a ver que otro As se guardaba la noviecita del Iron Man y casi me da un síncope con lo que encontré.
Resulta ser que la mojigata convertida en diosa no sólo es vegetariana (o alguna categoría derivada de esas que hay hoy) sino que tampoco come lácteos ni, tarán, gluten. ¡¿Alguien me puede decir que demonios come?! Y, encima, no sólo se alimenta de algo así como únicamente hojas de albahaca sino que es capaz de estirar el tema a lo largo de todo un libro de cómo comer… ¡NADA! Y querer vendérnoslo como que “It’s all good” ¡y un cuerno!
Ya ven, que les puedo decir… la Gwyneth Paltrow está regia y… ¡me cabrea!