Ayer estuve invitada a participar en la mesa de lectura sobre nuestras obras en el «2do. Congreso Internacional de Críticos Literarios y Cuentistas Panameños». Este es el cuento que elegí leer de mi libro «Historias de Otros» y que les comparto, espero les guste…
MI SUEGRA Y EL DESVÁN
Mi nombre es Fermín Sánchez y confieso que maté a mi suegra.
Ya a nadie le importa, han pasado muchos años y ahora, con la muerte de mi Valentina, se fue la única persona que extrañaba a esa vieja bruja.
Me odió desde el primer día que llegué de la mano de su hija a la casa en que vivían. Sólo hubo que verle la cara para saber que me la estaba jurando ahí mismo, y mira que me propuse conquistarla casi con más fuerzas de las que le ponía a Valentina. No escatimé en muestras de afecto ni en regalos, pronto supe que sería por gusto, a los pocos meses de ser novios oí la conversación aquella en la cocina mientras hervían café.
-A ver, Valentina, ¿en qué diablos está pensando con ese muerto de hambre? ¿Para eso mi´ja la estoy mandando a estudiar enfermería en la universidad?¿Para que me llegue con un obrero?
-¡Mamá! De verdad es bueno y es trabajador. Además, se está esforzando mucho por llevarse bien contigo. Colabora un poco, dale una oportunidad vieja, que vamos en serio…
-¿Qué? ¡Lo que me faltaba! No sólo se pasea con él por todo el barrio, pierde su tiempo y mi paciencia sino que, para colmo, piensa casarse con él… ¡qué disgusto, mi Dios Santo! Yo que la veía con el hijo de la comadre Renata, que siempre anda bien vestido con corbata y tiene un buen puesto de vendedor en el almacén ese. Qué disgusto…
Así disgustada y con la cara amarrada se tuvo que aguantar que Valentina me eligiera a mí, que nos casáramos y que me la llevara de la casa. Para demostrarle a la bruja esa que sí podía darle vida de la buena a su hija, me junté con unos amigos y con ciertos contactos de aquí y de allá y le anuncié a mi esposa que la iba a sacar del cuarto de alquiler en unos meses para mudarnos a nuestra casita, una que yo mismo iba a construir con los colegas del trabajo. A ver si el encopetado del vendedor podía compararse con eso.
Mi suegra se tuvo que tragar sus palabras al ver a mi Valentina tan contenta y revoloteando todo el día, de tienda en descuento a tienda en descuento, buscando cosas para nuestro nuevo hogar y llamándola a cada rato para darle los avances.
-Mamá, vieras lo linda que va a ser, en la planta de abajo está la cocina y la sala, el cuartico para cuando vengan los niños, y el baño; en el piso de arriba va nuestro cuarto, hasta un pequeño depósito, un desván, dice Fermín, vamos a tener debajo de la escalera.
-A ver mi’ja, ¿y todo eso para cuándo? porque el fulano ese dijo tres meses y ya van cinco.
-¡Ay, mamá! Fermín trabaja todos los días que tiene libres, verás que seguro las Navidades las pasamos ya en la casa.
Cuando mi Valentina estaba en la universidad la bruja se pasaba por la casa a torturarme, yo no le decía nada a mi mujer por no atormentarla, y mi suegra tampoco se lo mencionaba, para que su hija no se diera cuenta de lo retorcida y mala que era realmente, creo yo. Era en lo único que por lo visto coincidíamos, en callar esas visitas.
-¡Uy! Cómo vas de atrasado en esto, Fermín. ¿Cuál es que es tu rango en la construcción? Porque así que digamos rápido, no vas ¿seguro que sabes lo que estás haciendo?
Con esas me la aguantaba todos los lunes, miércoles y jueves, durante la ausencia de Valentina. Algo atrasado sí iba pero ¡diablos! con esas lluvias no se podía hacer mucho. Además tenía que aprovechar cualquier camarón que me saliera para darle una vida a mi mujer y para que mi suegra no criticara todos los días. Yo era el primer interesado en terminar, por mi Valentina y por callarle la boca a la vieja esa que nadie se aguantaba. Sí, es que ni en la barriada la querían ver, y la tal comadre Renata le huía cada vez que la veía, buena gente que era esa señora conmigo, que me miraba con ojos de agradecimiento por haberla liberado de ser consuegra de la doña.
Debí imaginar que algo iba a pasar cuando llevaba un par de semanas sin venir. Tan contento estaba por su ausencia que no pensé mucho, por eso casi me atraganto y me muero ahí mismo cuando va mi Valentina y me suelta la última de la señora. Bien planeado que se lo tenía la muy endemoniada.
-Amor, vieras, mi mamá ha estado con un resfriado horroroso y dice que le ha quedado un apretón de pecho que un día de estos la va a mandar a la tumba. Me da una lástima, asustada con la enfermedad y estirando el cheque de viudez todos los meses. Que conste que le da mucha vergüenza y está muy apenada contigo, sabe que no te ha tratado bien, pero está arrepentida y se ha dado cuenta de que eres un buen hombre.
A mí, que el muslo de pollo no me pasaba de la garganta, que me la estaba viendo venir apenas Valentina empezó a darle vueltas a uno de sus rizos negros y ponerme ojitos.
-Me dice que, mientras vienen los niños, ella podría venir a vivir al cuartico de abajo y nos ayudaría con los quehaceres de la casa mientras tú trabajas y yo estoy en la universidad.
*
Era finales de octubre y tenía más avanzada la casa, ya sólo faltaba ponerme a repellar y con los acabados. Estaba terminando con la obra debajo de la escalera y comenzaba a levantar la pared para el desvancito, sudando estaba yo con el calor húmedo y sin brisa del mes, paleando el cemento y poniendo la primera línea de ladrillos cuando recibí la visita reglamentaria.
-A ver, yernito –escucharle la ironía de su tono ya me tenía el oído fregado- a ver si te apuras con la casa y me dejas el cuartico bien bonito y bien hecho, y a ver si será pronto, ¿no?
No sé que me pasó, de veras que no sé. No era yo, sería el calor. No sé. Pero ella que no se callaba y a mí que una rabia contenida me iba subiendo por todito el cuerpo mientras ella seguía dale que dale.
-En la mañana tempranito llamé a la Valentina y le dije que me voy para el campo hasta las Navidades porque ya entregué la casa de la barriada. Como no hayas terminado este cuchitril para entonces me tocará mudarme con ustedes al cuarto de alquiler ese donde viven. Digo, tienes como dos meses, deberías poder con eso ¿será, yernito? ¿Será que finalmente has terminado cuando vuelva?
-Y que tal si no vuelve ¡pero nunca más!
Lo dije con un odio que de veras no era mío, bueno sí, muy mío, porque juro que era para odiarla, pero no era típico de mí, quiero decir. Esa bruja me sacó un bicho enfurecido de adentro y con la pala que estaba revolviendo el cemento le aventé un golpe que seguro le hice puré lo sesos, porque ahí quedó, desparramada debajo de la escalera, con los ojos desorbitados y las piernas chuecas como muñeca de trapo. Sin remordimiento alguno acabé de empujarla al hueco ese, silbando y con una tranquilidad que a mí era el primero que sorprendía. Terminé de levantar la pared y llené de cemento compacto todos los espacios alrededor de mi suegra. Cuando Valentina llegó todo estaba sellado y yo embargado por una dicha enorme.
Cuando llegaron aquellas Navidades, mi suegra, obviamente, no regresó y yo, sacándome un peso de encima, convencí a mi mujer de que seguro que se había quedado con algún ganadero por allá, con lo estupenda que estaba para su edad. Jamás pensé en contarle a nadie, y mucho menos a ella, lo que pasó. Menos aún cuando recuerdo el lejano día del hecho, Valentina hasta se enamoró más de mí cuando llegó aquella tarde de la universidad y me vio repellando bajo la escalera, con lo mortificada que estaba la pobre por lo de la mudanza de mi suegra, y yo que le salí con tan flamante respuesta. Sí, sí, lo recuerdo como si fuera ayer y como si la viera con sus libros entrando por la puerta.
-Amor, en la mañana llamó mi madre que se va al interior por un tiempo pero que al regreso se muda para acá–extrañada se quedó viendo mi sonrisa- ¿y esa cara de felicidad? ¿Estás seguro de que no tienes problema con eso?
-Ningún problema, mi amor –la abracé, así sudado y todo, y la besé- ya asumí que tu madre va a vivir por siempre en esta casa y nosotros vamos a ser muy felices de todas maneras.
Y lo fuimos. Muy felices, sí señor. Tuvimos un hermoso hijo sanote y buena gente que ahora es taxista y tiene su propia familia. Sólo una vez, hace unos años, estuve tentado de sincerarme, pero para qué, fue cuando preguntó.
-Amor y al final ¿por qué fue que no hicimos el desván bajo la escalera?
* * *
Compartí mesa con las escritoras Carolina Fonseca, Lucy Cristina Chau e Indira Moreno
Y en la tarde…
¡Ay! En la tarde….
A celebrar esa victoria de Alemania a Brasil con un 7-1 que hizo historia…