Los primeros meses del 2007 se caracterizaron por continuar con mi vida a caballo entre Bocas del Toro y Panamá ciudad, donde cada viernes en la tarde salía para la isla a encontrarme con mi marido y el mar de ensueño y regresaba los lunes en la tarde a la ciudad a encarar el trabajo y además asistir en las noches al Diplomado de Creación Literaria en el edificio de le UTP en la Universidad Nacional.
Este diplomado me rencontró con la escritura por tanto tiempo olvidada, desde aquellos talleres informales que organizabamos un grupo de amigos por 1996, y del que maduraron en las letras sobresalientemente algunos de ellos, como Ilena Perez que es excelente con sus artículos en Ellas de La Prensa y sobre todo Katia Chiari, reconocida hoy día, nacional e internacionalemente, como una excelente poetisa panameña.
De todos los generos que cubrimos me conecté mayormente con el cuento esta vez. Si bien en aquellos talleres había incursionado con el cuento, la poesía era lo mío en ese entonces. Gracias a este Diplomado pude retomar aquellos cuentos y arreglarlos bien antes de jamás vean la luz pública, ya que había algunos como «Doña Mati», escrito originalmente en prosa pero con rima, con el que yo juraba estaba lista para el premio Miró. Primer día de clases nos hacen algunas salvedades sobre elementales del cuento como por ejemplo: Un cuento JAMAS debe rimar! y yo que empecé a sudar frío y sentirme chiquitita recordando ese cuento, y por supuesto viendo el Miró alejarse en el firmamento de mi imaginación…
Tuvimos curso de novela pero la verdad que aun no estoy lista para eso, cada capítulo era una especie de cuento cerrado en donde no mataba al protagonista una y otra vez de milagro. Será que al escribir viene a mi mente el inicio y el fin, muchas veces el final antes y entonces no tengo la paciencia para escribir mas de cuatro páginas de cómo llegar a él…
Ni contar la experiencia con los guiones de teatro, yo creo que en el hecho de que no sintiera química alguna con el profesor y su didáctica también tuvo mucho que ver, pero nada, de ese curso no me quedó nada trascendental…
En poesía lo excelente era dar la clase con Hector Collado que además de ser grandioso poeta es divertisímo pero… cómo estoy de oxidada en poesía! muchos años de pinceles y otros medios de expresión plástica hacían sonar mis engranajes en la escritura con chirridos de óxido y olvido.
Y claro escribir tanto para el diplomado no me dejó letras para seguir con este blog que ahora retomo.
Lo mejor que me dejó el paso por esos meses de trabajo en literatura fueron conocimientos esenciales en cada uno de los géneros, algo tan necesario para poder después desarrollarlo, herramientas, herramientas y herramientas, cosas tan importantes como que «Los cuentos no riman» por ejemplo… Pero además de eso fue genial compartir con los compañeros, un grupo unidos por las ganas de escribir más y mejor pero que poco más teníamos en común. Había de todo en personalidades, profesiones, preferencias de géneros, edades, vamos eramos una macedonia de gente.
Si bien con todos fue chévere compartir y aprender sí tengo que reconocer que algunos quedaron como realmente amigos y así llegó a mi vida Magela Cabrera Arias, una arquitecta y ensayista que era mi compañera fiel de vinos y algún cigarro en las posteriores reuniones y con quien he hecho una muy linda amistad. Magdalena Camargo, la niña prodigio, con sus escasos 19 años nos daba tres vueltas a todos con sus escritos, deslumbrante en cuento, novela, teatro y por supuesto su género preferido: la poesía. Con una imaginación desbordante y una narrativa fuera de serie esta chiquita viene a cortar viejas cabezas y adueñarse de las letras nacionales, y eso solo por empezar. Marco nuestro intelectual, que no hay libro que no se haya leído ní día que tenga uno para recomendar. Creo que sin duda el más formal a la hora de escribir, no en estilo sino en disciplina y siempre dispuesto a brindar su casa y su tiempo con sus dotes de editor. Y Marré… Marré…ese hijo adoptivo que me gané o me ganó. El otro «peque» del grupo aun anda buscando su camino y de algún modo me convertí en su madre putativa, lo cual incluyó desde alimentarlo en los recreos hasta atenderle llamadas y citas para hablar de sus crisis existenciales, y hoy en día aun soy su recurso a la hora de sacarlos de problemas. Cómo dice pacientemente Darío cada vez que el teléfono suena en la noche tarde o tengo que salir a socorrerlo «quíen es a esta hora?», «Marré» contesto, y él ya sabe que en algo anda «qué le pasa ahora al enano? la verdad que menuda tú para buscarte un hijo problemático…» y así le queremos los dos, bueno, y todos los que le conocen porque cuando ese enano se sonríe y te mira con sus ojotes no se le puede decir no….
De ese diplomado salieron después reuniones todos los miércoles para crear entre todos los participantes nuestro libro grupal «Contar no es un juego», fruto de trabajos de depuración contínuos y correr detrás de fechas topes para sacar el tomo y ser oficialmente «escritores». Todo un hijo común que miramos orgullosos cuando finalmente llegó a nuestras manos caliente de la imprenta…. aunque claro, eso ya se dió en los primeros meses del 2008… el 2007 fue trabajar en ello y trabajar en ello….
Aspirar a ser escritor no es soplar y hacer botellas… puedes escribir un cuento en un día, en una sentada frente a la computadora, y pasarte un año depurándolo una y mil veces y estar abierto a que aun así, puede ser que acabe en el bote de la basura…