Después de más de un año de estar sumergidos en los cuidados de Mar, Darío y yo, en agosto, decidimos darnos una escapada de pareja con excusa de mi cumpleaños, y que mejor lugar que Nueva York, como ambos lo conocíamos bien podíamos disfrutar sin prisas ni apretadas agendas.
Nos quedamos en el Hilton Garden Inn de Tribeca y fue estupendo, el hotel estaba muy bien con un precio bastante razonable. Además la ubicación justo debajo de Canal Street nos permitía acceder a la mayoría de las líneas de subway a dos pasos del hotel así como quedar a pie de Soho, Little Italy, Chinatown, Low Manhatan, Tribeca etc.
A una cuadra del hotel descubrimos una cafetería genial que se llama Pecan y ahí desayunábamos todas las mañanas, o debería decir “brunch” porque nos levantábamos tan tarde e íbamos con tanta calma que salíamos entre las 12 y la 1 del medio día.
Nada más llegar comenzamos con los planes de “adultos”, entiéndase Martinis y ostras al caer la tarde.
La primera noche teníamos reservaciones para cenar en TAO
El primer día completo recorrimos Low Manhatan y más tarde paseamos por la 5ta Avenida haciendo parada en Tiffanys para mi regalo de cumpleaños. Cuando entramos a la tienda nos acercamos a preguntar por la zona de platería y muy formalmente nos avisaron que estaba en el cuarto piso. Darío puso los ojos como platos exclamando “¿4to Piso? ¿Esta joyería tiene 4 pisos?”, pasando una rápida mirada por lo amplio de la planta de volteo hacia mí y muy serio me dijo “Paola, esto es entrada por salida ¿eh?”.
El siguiente día la pasamos GENIAL disfrutando con toda la calma de un paseo largo por el Central Park, fuimos al Zoo, caminamos hasta el lago Onasis, paramos en el Boat House y paseamos en bote a remos. Montamos en un taxi-bici y no hicimos el recorrido en carroza porque eso si ya nos pareció el colmo de los guiris!!
Finalmente el 19 de agosto, mi cumpleaños, lo comenzamos con un brunch en Pastis y recorrimos el Meat Packing District. En la tarde fuimos al Museo de Ciencias y para las 6 de la tarde los 37 años me habían caído encima con el peso de mil atmosferas y estaba reventada de tantos días de caminar infinitamente.
Aun así reuní fuerzas para salir en la noche a cenar en Little Italy, aunque no caí dormida sobre mi tiramisú de milagro!
El 20 regresamos a casa, a ser de nuevo tres, Mar se abrazó a mí y por una hora bailé con ella en brazos al ritmo de Sade hasta que se dio por satisfecha, la espalda me quedó en pedazos pero nunca mejor dicho que “nadie me quita lo baila’o!”