Ya ven… estoy en el último peldaño del tercer piso, vamos, que si estornudo me caigo en los cuarenta. Y para esos sí que no estoy lista.
Ya sé, los cuarenta son los nuevos treinta y bla bla bla, a mí déjenme seguir gozando en la treintena, que por esa regla de tres, también es la nueva veintena.
Puf! qué diferencia de celebración con el último año de los veinte, donde tiraba la casa por la ventana en unas rumbas impresionantes. Este año… mi concepto de una celebración ideal… DORMIR!!! Y, pensando en eso, Darío y yo tomamos una habitación en el RIU decorada con todo el lila posible, una cama deliciosa y sobre todo y lo mejor, sin “callers” en las mesitas de noche!! …Heaven…
Pero bueno, antes de llegar allí, en la mañana temprano mi hija Mar me cantó Happy Birthday en la mesa del desayuno, jugué, bañé y di masajitos a Ana y después… pasé el resto de la mañana en el baratillo de Jimmy Choo… qué cumpleaños es cumpleaños, no? Jeje
Almorcé con las mujeres de mi familia (madre, hermanas y sobrinas) y compré un dulce para una cantada oficial de cumpleaños con mi propia familia (Darío, Mar, Ana y yo esta vez), para Ana fue su primer cumpleaños ever, y Mar goza cantarlo veinte veces para apagar la vela otras tantas, podrán imaginarse las cantidades de babas es espray que cubrieron es cake, pero nadie le quita lo baila’o!
Ahora sí, llegamos al hotel RIU de lo más felices, la huida del siglo con nuestras maletitas. La verdad que es un plan de lo más recomendable, para residentes en Panamá la tarifa es de $99.- más tax, e incluye el desayuno, que tengo entendido que es un muy buen buffet al cual no llegamos porque cerraba a las 10.30am y, ¿les comenté que nosotros íbamos era a dormir? Es una escapada de pareja en la ciudad de Panamá que está a la vuelta de la esquina y que es muy necesaria para los progenitores de cualquier prole.
En la noche, unos cuantos amigos nos encontramos en el sushi bar del hotel, que por cierto tiene un buen sushi y de buen tamaño (sorpresas se lleva uno a veces con sushis que son pura bola de arroz y unos rollos del tamaño del dedo meñique) y celebramos con risas, charla y una champaña rosada que me supo a gloria después de casi un año de tomar nada de licor por el embarazo y lactancia de Ana.
En fin, ahora, a sacarle el jugo a este año antes de pasar de treintañera a cuarentona!