Muchas veces los enfrentamientos con nuestros hijos, y con nosotros mismos sobre como ejercemos la paternidad, están relacionados a las expectativas que ponemos sobre ellos.
Muchas veces no nos damos cuenta que, no son nuestros, y que, su existencia, no es para que podamos forjarles la vida o prolongar la nuestra. Tampoco es una segunda oportunidad que nos brinda la vida a nosotros para hacer lo que no hicimos, evitar errores o manejar situaciones de otra forma, o la misma, de como lo hayamos hecho.
Si tuviéramos presente siempre que estamos para darles las herramientas para enfrentar la vida, apoyarlos y corregirlos sin imponernos ¿cuanto más fácil y fluidas serían las relaciones con nuestros hijos?
Comparto con ustedes este escrito del libro El Profeta. Recuerdo este fragmento en un póster pegado en la pared interna del armario de mis padres en Zaragoza, cuando yo era bastante pequeña (porque me veo a mí misma mirarlo desde abajo). Fue el primer «poema» que memoricé (al menos de forma voluntaria y que siga recordando)
Tus hijos no son tus hijos.
Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti.
Y aunque estén contigo no te pertenecen.
Puedes darles tu amor pero no tus pensamientos.
Porque ellos tiene sus propios pensamientos.
Puedes darle cobijo a sus cuerpos pero no a sus almas,
Porque ellas viven en la casa del mañana, la cual no podrás visitar ni siquiera en sueños.
Puedes anhelar ser como ellos pero no luches por hacerlos semejantes a ti,
Porque la vida no marcha hacia atrás ni se detiene en el ayer
Sois los arcos con los cuales vuestros hijos, como flechas vivientes, son lanzados a la vida.
El Gran Arquero ve la diana en el infinito, la dobla y sus flechas pueden ir rápidas y lejos.
Hacer de tal forma que dobléis el arco y sea para alegría.
Porque EL, además de amar a las flechas, ama el arco que es estable.
Sobre los hijos
Del libro “El Profeta” de K.Gibran