Si hay una mujer que sabe hacer una fiesta es Vilma Duque. Una señora simpatiquísima que hace sentir como de la familia hasta al que acaba de conocer.
Sabe hacer fiestas y ¡le gusta hacerlas! Así que, cuando nos invitó a los culecos en su casa, sabíamos que la pasaríamos bien y, a falta de Penonomé, en «el barrio» iba a ser la mejor mojadera y representación de carnaval ¡Dicho y hecho!
Y es que no faltaba nada, además de los requerimiento básicos: «agua, guiales, guaro y campana»-porque el que no cumple con los estándares de Pedrito, ni se ponga a organizar carnavales- , hubo mucho ánimo, decoración, hasta una murga como Dios manda -de las que hacen retumbar desde los cimientos hasta el mismísimo infierno- y amigos.
Y es que la fiesta era apta para toda la familia. Aunque en mi caso, a Mar (que detesta los sonidos fuertes) casi se le cae el pelo de oir la murga a 100 metros y se negó a acercarse más de eso. Vamos, que por poco hace de topo y caba un hueco bajo tierra para meterse en él de cabeza. Y, claro, con la niña con expresión de pánico, tapándose con las manos los oídos (porque para exagerada es difícil ganársela) mirándonos con ojos llorosos, mocos y pucheros, pues la mojadera no nos duró más de 15 minutos, casi que lo justo para quitarnos el calor y tirar dos pasos de baile. Pero nos dimos el gustito y fueron 15 minutos donde se puede decir que ¡nadie nos quita lo baila’o!
¿Que qué es esto? Pues un verdadero «close-up» del guaro de esta celebración: Champagne Rosé. Sí, como lo vieron, se los repito: Champagne Rosé. Y es que no nos equivoquemos, eran los carnavales de Vilma, y una cosa es hacer culecos y otra perder el nivel…