El otro día, durante su almuerzo, Ana no hacía más de darle vueltas a la comida…
-Ana, ya cómete el pollito. El pollito, mi amor…
Entonces levantó la mirada, me miró con esos ojos negros y enormes que tiene -de muñeca de comiquita japonesa-, miró asombrada el pedazo de pollo que tenía en la mano y, ladeando la cabeza me suelta:
-¿Pi-pío?
–¿¿Qué?? No, Ana ¡ni lo sueñes! no me vas a venir a los dos años con declaraciones ni sustentaciones vegetarianas ¡Ni pi-píos, ni historias, ni narices! Cómete el pinche nugget y ¡se acabó!
Habráse visto la cuestionadera y el trascendentalismo que se cargan para todo los niños de hoy en día…
Paola! Me muero!!! Pobre niña!!! Era mejor que no pensara tanto…
Hola gaby, ya ves, si le buscan lo trascendental al nugget ya me contarás en la adolescencia…