Fruto de un año de clases de folklore, muchas prácticas y una función escolar bajo un sol de rajatabla, Mar se subió al escenario para celebrar la llegada del mes de la patria con el baile típico panameño y a mí, se me olvidó la hora que estuve en el Salsipuedes buscando el traje que tocaba con todos sus chécheres, me dejaron de importar las manchas de la piel, la cabeza frita, el sudor bajándome por el escote y el sofocón que me estaban dando los pantalones.
Ahí estaba yo tomando fotos como una japonesa, aplaudiendo como una foca y chorreando babas de la ilusión.
¡Qué bella mi hija empollerada! ¡Qué viva mi niña! Y Panamá, claro….