Anoche mandé a Mar a dormir y ella quería quedarse jugando por lo que le supo a sapo que la mandara a la cama.
Me enfurruño la cara, se cruzó de brazos y me soltó rabiosa
– Pues ya no te voy a dar besos ni decirte que te quiero ni ahora ¡NI NUNCA!
Una parte de mí le provocaba contestarle «no digas pendejadas y vete a dormir«, porque claro, el «pues yo tampoco» hubiera sido una infantilada imperdonable por mi parte, pero como la educación es un pulso continuo que se mide en las pequeñas cosas, me arrodillé para quedar frente a ella, le arreglé el pelo detrás de la oreja y con una calma de Buda le dije:
– Mar, te lo he dicho mil veces y te lo repito: yo no voy a dejar de quererte ni ahora ni nunca pero ten claro que tampoco voy a permitirte que me hables feo ni ahora, ni nunca ¿Nos entendimos? Pues ya sabes, no me vuelvas a poner esa cara ni hablarme así y ahora, a la cama ¿Ok?
– Ok…