No hay nada más bello que las sonrisas de los niños, esa sonrisa con los dientes pequeños de leche. Parte de crecer es que estos se caigan y ellos anden por ahí bocachos mientras uno les dice que están bellos (por los hijos cualquier mentira es pequeña) pero la verdad es que después de esa temporada les salen unos dientes enormes que se les ven desproporcionados por un buen rato. Y eso sin contar que salen en recreo y con cada sonrisa nos recuerdan ahorrar para la ortodoncia.
En fin, a Mar estaban comenzando a movérseles las palas y el Ratón Pérez sabía que de aquí a unas semanas tenía que ponerse en camino, pero hoy en el parque, el balancín le dio en la cara por la barbilla y desde abajo a los dientes, del tanganazo le quedaron bailando entre sangre, babas y llanto. Si el izquierdo pasa el día de mañana es mucho, al derecho puede que llegue a la semana que viene, tal vez.
No pude por menos que ponerme a sacarle fotos porque lo que sí es seguro es que, para mi preciosa Mar, estos son los últimos días de esta sonrisa suya…