Ayer en la mañana, en una misa, una señora se levanta y dice “Ha comenzado la guerra. Estados Unidos acaba de llevar a cabo un bombardeo” Y yo me eche a llorar, no sabía si era en el Medio Oriente o en la frontera rusa –no tenía idea que las cosas se habían calentado nuevamente a eso punto en Irak- yo simplemente no podía parar de llorar.
Sentí una enorme presión en el pecho y la estancia se me hacia pequeña para respirar, y lloraba. Por los muertos, pero sobre todo por lo vivos, por aquellos que sus vidas quedan marcadas por guerras que no buscaron y que otros decidieron por ellos. Por las miles de personas que su mundo y su cotidianidad en un momento se vuelven un infierno de sufrimientos y angustias.
Yo no sé, será porque desde le año pasado he leído muchos libros sobre las guerras mundiales, los genocidios de Ruanda, de Guinea Ecuatorial o la historia de Malala que soy mas consciente del impacto de estos conflictos y me duelen en mi piel, será que con la maternidad o la edad me he vuelto más sentimental o será que estoy hormonal ¡Qué sé yo!
Me da igual si son israelitas, palestinos, rusos, iraquíeses o ucranianos ¿Acaso eso importa? Las lágrimas se me escurren por esas madres que buscan los restos de sus hijos y cargan con sus cuerpos inertes, por esos niños que se durmieron en las camas de sus casas y despertaron en un hospital heridos, sin mundo sin hogar y sin familia, mutilados de cuerpo y alma. Por esos abuelos que ven los sacrificos de su vida sin sentido y se sienten sin fuerzas ni ganas de enfrentar los días que les quedan y por esos padres, que sufren la angustia de saber que proteger a sus hijos esta más allá de sus manos.
Hoy estoy triste y aunque me provoca meterme tres días en la cama abrazada de mis hijas, en mi casa, en mi privilegiado país ausente de guerras. Sé que mañana escribiré sobre otra cosa y mi días seguirán iguales y mi rutina variará poco, aun así quiero dejar constancia de que, aunque las guerras ocurran en otro lejano punto del planeta, siguen estremeciendo mi mundo. Y el sufrimiento ajeno me duele en mi propia humanidad.
Con las guerras nadie gana, sólo perdemos todos…