El miércoles fui a la inauguración de la muestra de Isabel de Obaldía y quedé tan maravillada que soñé toda la noche con sus piezas, no pude resistirme a regresar a Galería Mateo Sariel a tomar una fotos más y sentarme a escribir sobre ello. Porque ¿cómo no?
Primero les contaré que a mí Isabel me impone, me impone al punto que -ya puestos a confesar- me intimida alguillo. Recuerdo que el 2003 la convoqué para una muestra de maestros sobre papel en la pequeña galería que tenía en La Bohème y fue Brooke Alfaro, que también participaba, el que me animó a contactarla, «Es que ella me da miedo» y resulta que él tuvo razón, que aun cuando tiene una presencia fuerte, porque así que digamos una hippie sesentosa con corona de florecitas en la cabeza no es, sí es muy simpática, accesible y de risa fácil. Su obra me fascina aunque, aquí entre nos, ella todavía me impone…
Isabel, que habla de como su trabajo se conceptualiza en dibujos sobre papel, se construye y reconstruye en cantidad de moldes, se forja en hornos por días para terminar en largas jornadas de pulidos, presenta un trabajo reciente que sigue siendo escultura, sigue siendo vidrio pero es mucho más, algo nuevo, una obra más allá de lo que había visto antes. Si sus bastones y torsos fueron impresionantes estos nuevos trabajos llenos de trasparencias e historias dentro de historias son realmente fascinantes.
El vidrio es de por sí un material muy mágico pero Isabel, sobretodo, lo doma. Como quien consigue que un león se comporte como un gato jugueton y meloso que hasta se ponga panza para arriba. Ella le susurra y lo doblega como el entrenador mete la cabeza en las fauces del felino, de una manera asombrosa. Al vidrio le añade nuevos elementos y trabaja el cristal y el bronce como quien, encima, hace que el león salte por el aro de fuego y termine en reverencia. Yo miraba cada obra y no me puse a aplaudir por no parecer totalmente chiflada -y absolutamente ridícula-, y regresé para volver a verla con calma, pasando la mano por esas superficies que encierran submundos atrapados en sueños líquidos porque es una muestra para verla con silencio, con espacio, para verla y para escucharla, sí, escucharla, porque cada pieza te cuenta una historia que puede ser que se te escapa, pero ahí está.
No dejen de ir a ver esta muestra en la Galería Mateo Sariel porque es ciertamente fascinante (sí, ya sé, he utilizado la palabra fascinante 200 veces ya) y te deja con la impresión de que estás siendo testigo privilegiado de una muestra de arte de un altísimo nivel tanto en Panamá como en cualquier parte del mundo.
Me encantó «El Rey Escorpión» pero me quedó en los ojos, la memoria y hasta los sueños «Cabezas Doradas«, a Darío le cautivó «Cazón» ¿Y a ti?