Este último día completo decidimos pasarlo en Sea World y ¡les encantó! desde los primeros delfines en bañera hasta el show de la famosa ballena Shamú.
Nos colocamos en el «splash area» con ponchos y todo pero, al estar de frente, las ballenas no se tiran tan cerca y sólo recibimos un chapuzón de un coletazo. Los que estaban sentados a los laterales sí que salieron empapados ¡hasta la mismísima médula!
El espectáculo de los delfines estuvo muy bueno, porque no sólo eran los delfines sino toda una interpretación teatral llena de acrobacias y loros. Sí, vieron bien, loros y guacamayas. De alguna manera se les ocurrió combinarlos y además que cada cual hiciera su parte de más bien portados y coordinados.
Además vieron tiburones, tocaron mantarrayas y vimos una pelicula 3D de tortugas que tuve que echarle mucha historia de «¡mira! ¡es como si fueramos la sirenita bajo el agua!» porque Mar estaba bastante aterrada (sale un cangrejo desproporcionadamente enorme -y en 3D- que pareciera que te fuera a triturar ahí mismo). Finalmente almorzamos todos en un restaurante de comida decente donde, por un nada módico precio, al menos le sirven a uno y no hay que pararse cada dos segundo hasta por la servilleta. Lo mejor es que está rodeado por el estanque de los tiburones y es toda una experiencia.
A la nochecita, aunque estábamos muertos, quisimos conocer el famoso Downtown Disney donde no es más que para comer o comprar. En una tienda de dinosaurios se nos soltó Mar para ver unos unos juguetes y se nos perdió, no habrán sido más de 15 minutos pero cuando peinamos la tienda cuatro veces y no estaba yo me empecé a quedar sin aire. Me venía a la mente la niña británica Madelaine y me temblaban las rodillas. Al poco una señora que nos vio dedujo que éramos los padres de la niña que había encontrado y llevado donde una encargada del parque. Mar me dijo que había salido de la tienda porque no nos vio y pensó que nos habíamos ido y que una señora de pelo amarillo que hablaba inglés le preguntó si se había perdido. «Hablaba inglés, mami, pero yo le entendí». A Dios gracias todo quedó en un pequeño gran susto…
Esa era nuestra última noche del viaje a Disney y, en Panamá, Ana también gozaba su último día y se preparaba para el regreso
El día de la vuelta a Panamá, antes del vuelo, pasamos por el mall. Gracias a que mi padre había estado espléndido, y que fuera de una par de cosas de Mickey o las princesas no había en mucho más que gastar, yo estaba de lo más contenta con que el viaje no iba a ser un golpe a yugular en el presupuesto familiar… hasta que llegamos a la tienda de Tory Burch… igual que pasó en NYC ahí se me quedó lo que no me había gastado antes….Para la próxima aprendo a pasar de largo ¿no? a ver sí ¡¡a la tercera es la vencida!!