Comenzó noviembre con el desborde usual de días feriados por la independencia, los intentos de independencia o cualquier grito por la independencia, ya sea de paso. Es que entre polleras, cutarras, desfiles patrios y miles de banderas la primera quincena del mes se va sin ser vista, o al menos sin ser laborada como Dios manda.
Y, claro, como a mí me ha dado que los fines de semana son para pasarlos en familia, y no frente a la compu, pues llevo sin escribir en el blog ¡casi una semana! Resumiré de la forma más amena y rápida, a punta de fotos, lo que han sido estos dos fines de semana largos donde la pasamos en la playa y, por suerte, nos hicieron días de verano.
Para entretener a los niños no hay como el agua. Esa charquita que hicimos 2×5 en el patio de la casa ha resultado ser una campeona de primera categoría. Ahí se tiraban las niñas en la mañana, al medio día y en la tarde, se hicieron tres horas de piscina diarias y Ana, resguardada por sus flu-flus se tira y se zambulle como la que más, algo temeraria sí me salió la chiquilla…
Pero no olvidemos que el asunto eran las Fiestas Patrias así que tuvieron sus actividades como plantar banderas bajo el árbol corotú, lo cual les divirtió mucho aunque la que sudó la gota gorda fui yo porque no entraban nada fácil en la tierra, fue como meter un tornillo con el dedo meñique en una pared, pero ellas felices que es lo que importa ¿no?
Y menos mal que eso las tuvo felices porque vino el grupo infantil de baile folklórico de la zona y, como entre las niñas estaban las dos hijas de la señora que nos ayuda en la playa, a Mar le dio un ataque de celos fulminante y se le aguó la fiesta. Ana, solidaria (o copiona) de la hermana hasta la médula, se sentó junto a ella con la misma cara de circunstancia aunque no sabía por qué. Después entre pucheros Mar explicó que no había traído su pollera para demostrar que ella también sabía bailar muy bonito.
Ana estaba hecha una caja de música y con esa personalidad extrovertida y sociable que tiene andaba feliz con sus amigas de siempre y con su amiga Nina Plata, por la que suspiraba para ir juntas a la piscina.
Mar le ha dado ahora porque juega con su imaginación, lo que es propio de su personalidad opuesta, introvertida y penosa. Puede pasar horas inventado juegos y hablando sola, yo siempre le digo «sí aprendes a jugar con la imaginación no te aburrirás nunca» y así pasamos las tardes en la playa.
¿Lo que yo más gozo? pues jugar con mis niñas por el piso, con las tizas, en el agua y donde venga al paso. Así como Mar va para artista, Ana va para estilista porque tiene una perra montada con que quiere peinar todo el día. Me toca ofrecerme voluntaria porque sino le da por peinar a la hermana y le mete unos jalones que Mar grita, luego Ana llora y se monta la de San Quintín en un dos por tres.
Antes de que nos diéramos cuenta se nos fueron los cinco primeros días feriados pero, lo bueno, es que igual de rápido llegó el otro fin de semana largo donde volvimos a hacer más de lo mismo. Además tuvimos el regalo espectacular del atardecer en la playa más lindo que recuerde. Fue algo realmente maravilloso…